Desde mi casa en Recoleta hasta Corea hay una distancia de 19.438 km, viajando en avión tardaría un día y 20 minutos en llegar. Pero, por suerte, no necesito ir tan lejos para sentirme como si estuviera allá. Después de probar decenas de restaurantes coreanos, tuve la fortuna de llegar a KU:L, es un resto que está ubicado sobre avenida Carabobo, esquina Zuviria. Trabajan todos los dias (menos los martes), el horario de atención es de lunes a viernes 18 a 00hs , los sabados desde las 16 y los domingos a partir de las 13.
KU:L está en el barrio de flores hace ya trece años, es atendido por la señora Ha una mujer de unos 65 años, bajita, delgada y muy agradable, junto a su hijo Pablo, un hombre con una sonrisa enorme, súper simpatico y hablador. La familia llegó cuando él tenia 10 años a través de un tío que en ese momento vivía en Argentina que los invitó a probar suerte al otro lado del planeta tierra. La adaptación fue muy dificil, sobre todo porque tuvieron que aprender otro idioma y adaptarse a una nueva idiosincracia de un día para otro.
Las bases de esta cultura milenaria son el respeto y las tradiciones, es así como la señora Ha aprendió a cocinar desde muy chica, imitando las recetas familiares y posteriormente Pablo seguiría sus pasos, su amor por la cocina se destertó casi de casualidad.
"En un viaje con unos amigos, preparé un plato y salió algo. cociné y les gustó. Desde ahi empecé a cocinar"
Hace siete años acompaña a su madre en este negocio familiar que los llena de felicidad y esa energía tan positiva se siente tanto en sus comidas, como en el entusiasmo cuando reciben a nuevos clientes.
El salón es modesto pero acojedor, uno siente que es parte de la familia ni bien cruza la puerta. El menú tiene una enorme variedad de platos, podés encontrar sopas, saletados y carnes: fritas, hervidas o asadas. Los sabores que más encontrás son el ajo, el jengibre, la cebolla y el ají molido, que son el ABC de la comida coreana.
Me senté a la mesa, al principió me costó decidirme, la verdad ¡quería probar todo!
"Para un argentino que viene a probar por primera vez comida coreana, le recomiendo bulgolgi. No es picante"
Yo ya tenía un poco de experiencia en cuanto a esta rama de la gastronomía, asi que me pedí un - GAM CHA TANG: una sopa de hueso de vaca, con cebolla de verdeo y papa.
Minutos mas tarde llegaron varios platos, que se sirven en todas las mesas, banchan: uno con kimchi, mi debilidad, un acompañamiento que no puede faltar en la mesa coreana JAMÁS: son hojas de akusai (primo de la lechuga/repollo) fermentado, no faltaron las algas ni los brotes de soja dulces. Mas tarde llegó un anafe portátil. El camarero prendió la hornalla y apoyó una olla enorme, llena de carne y verduras que nadaban en un caldo rojo, burbujeante, caliente y picante. También me ofrecieron arroz y por su puesto acepté. KU:L se especializa en esta sopa, es la estrella del menú y el restaurante es reconocido dentro de la comunidad por eso.
El ambiente se llenó de un olor intenso, casi tanto como el rojo de la sopa. Se podía respirar el picante y la carne condimentada y cocida durante varias horas. LLegó el momento que tanto estaba esperando, agarré la cuchara y la llené de arroz, después la sumergí en la sopa, sin soplar demasiado.
Todos esos olores y colores que habia visto llegar a la mesa me llenaron la boca, la textura glutinosa del arroz, las hebras de carne de cerdo y la fibra de la cebolla me dejaron anonadada. Se veía como el estofado que preparaba mi abuela los domingos, pero tenia un sabor tan especial, tan parecido y diferente, que me hizo creer que en alguna otra vida estuve recorriendo oriente.
Pablo asegura que sus clientes son los de siempre y que una vez que llegan no se van, tiene razón, después de probar sus platos querés volver.
Las texturas dentro de la gastronomía coreana son un lujo para el paladar, en un mismo bocado, experimentas la suavidad de unos fideos de batata, el crujiente de una hoja de acusai y la fibra de la carne.
Mi parte preferida de este lugar es la convergencia cultural, el intercambio y el entendimiento de la historia del otro a través de una receta. La clave de esta gastronomía es el compartir los platos y el momento, y es para mi una suerte de ritual mágico.
Texto por Victoria Acosta - Fotos de Nicolás Lucociero para Revista Iliáster